Inteligencia Lingüística
La inteligencia lingüística consiste en la capacidad para utilizar las palabras y expresar diferentes conceptos y pensamientos a través de ellas, ya sea de manera oral o escrita. Esta capacidad influye en la música a través de la conversión de sonidos en fonemas: es el subproceso musical más básico que existe. Para desarrollar una correcta escucha es necesario transformar todos los sonidos que escuchamos en onomatopeyas. La mayoría de las personas lo hace adecuadamente con las letras de las melodías, sin embargo esta alteración se lleva a cabo con todos los ritmos e instrumentos. La ausencia de lenguaje en la escucha dará lugar a una incorrecta ejecución del instrumento.
Del mismo modo que las sílabas se combinan entre sí para formar palabras. Las notas bajo una pulsación originan las melodías. Este lenguaje debe ir sujeto bajo un pulso: es decir, el tempo.
Una vez superada la fase de conversión fonológica, el siguiente paso es la interpretación de esa “musicalidad”: la ejecución instrumental o vocal. Es entonces cuando utilizamos la inteligencia lógico-numérica y/o visoespacial. Esto supone que el “aprendizaje intuitivo” de la música, del ritmo, se debe primero a una adecuada asociación al lenguaje, y a una posterior conversión matemática, espacial y muscular.
Inteligencia Lógico-numérica
La inteligencia lógico-numérica es la capacidad para utilizar los números de forma efectiva y de razonar adecuadamente empleando el pensamiento lógico-matemático. Esta habilidad nos ayuda a transformar analíticamente el lenguaje a través de la ejecución de un instrumento. Es la aptitud que nos permite incorporar los conceptos de tonalidad, intervalos y escalas en nuestra forma de tocar. Este proceso va unido a la inteligencia visoespacial para la comprensión de la armonía: en situar la música en un espacio, ya sea en compases o regiones armónicas. Los músicos pasamos muchos años estudiando para poder comprender el sistema matemático que subyace a las leyes de la armonía: es la conversión del lenguaje en música.
Un buen ejemplo de la combinación de la inteligencia lógico numérica y la lingüística es interpretación de una partitura. Primero se establece el lenguaje y luego calculamos matemáticamente. Por ejemplo, al leer las notas de un pentagrama necesitamos asociar una posición a un fonema, establecemos estas distancias contando de formar ascendente: do-re-mi-fa-sol-la-si. o descendente: si-la-sol-fa-mi-re-do. Después tenemos que retener ese lenguaje mentalmente de manera adecuada para posteriormente expresarlo, ya sea con una guitarra, un piano, la voz o cualquier otro instrumento.
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